
En nuestro día a día y con nuestro equipo siempre hablamos del poder del lenguaje positivo.
Hace poco escuchábamos a Luis Castellanos, autor de títulos como «La Ciencia del Lenguaje Positivo», «El Lenguaje de la Felicidad» o «Educar en lenguaje positivo», y nos dice que:
«Si cuidas las palabras, el lenguaje cuidará de ti».
«Las palabras construyen todos los días nuestros relatos, forjan nuestra personalidad, forjan nuestra memoria, forjan nuestra capacidad del ver el mundo, las palabras positivas lo que hacen es enseñarnos a ver el lado favorable de ese mundo».
«Aporta energía, aporta creatividad».
Últimamente — los últimos 10 años— nosotros en PLANEANDO ÉXITO leemos mucho acerca de las emociones porque nos fascina la manera en la que guían nuestras vidas y nuestras carreras profesionales mientras nosotros intentamos tomar decisiones de manera racional.
¿Cuántas veces, a pesar de que la cabeza te decía una cosa, has seguido los susurros —o gritos— de tu corazón?
Sí, las emociones guían nuestra toma de decisiones. Las emociones son el motor del mundo.
Por eso, uno de los pilares del método de PLANEANDO ÉXITO es cuidar de las palabras.
Prestar atención a cómo escribimos y cómo hablamos a los demás y también a nosotros mismos. Te estamos hablando de motivación de equipos, de persuasión de clientes y lograr seguidores en redes sociales, y también de algo mucho más profundo e íntimo.
El lenguaje es uno de esos hábitos conscientes que pueden afectar de forma directa y palpable a cómo te sientes, a esa tormenta de emociones inconscientes en las que tú como nosotros vivimos.
El lenguaje funciona en tres planos: cuando pensamos, cuando hablamos y cuando escribimos. Y de los tres es el tercero sobre el que tenemos un mayor control.
Escribir es terapéutico
El lenguaje funciona en tres planos: cuando pensamos, cuando hablamos y cuando escribimos. Y de los tres es el tercero sobre el que tenemos un mayor control.
Intentar modificar deliberadamente nuestro pensamiento es como nadar contracorriente, habrá quien pueda lograrlo, pero será alguien con una fortaleza mental espectacular.
No es el caso de la mayoría de nosotros.
A quien no le ha traicionado el inconsciente mientras hablaba. Y queriendo decir una cosa ha dicho la contraria. El lenguaje oral está tan unido a nuestras emociones que cuantas veces decimos una cosa y la contraria con nuestra expresión facial, corporal y tono de voz.
En cambio, la escritura es mucho más racional, más consciente, más pausada. Mientras escribimos podemos leer nuestras palabras, corregirlas, modificarlas conscientemente, leerlas, releerlas.
Escribir es para muchos autores terapéutico. En realidad es terapéutico para cualquier persona. También para ti.
Somos firmes creyentes de que vale más un gramo de acción que una tonelada de intención. Y escribir es acción. La escritura está en el mundo físico y observable. Mientras que el pensamiento resulta difícil compartirlo e imposible revisitarlo por un tercero. ¿Qué pensabas hace 10 años? ¿Hace un mes? ¿Hace una semana? ¿Hoy por la mañana?
El pensamiento es demasiado fugaz y difuso.
¿Eres de esas personas que escriben diarios o blogs? ¿Escribes en redes sociales? ¡Qué fácil resulta saber qué escribiste hace 1 año! Y cuantas veces no desearíamos haber escrito ese WhatsApp que nos hizo perder a un cliente, a un miembro del equipo, a un amigo o a un amor.
Es curioso. Estamos seguros de que con frecuencia ese arrepentimiento procede de lenguaje negativo. Y si bien podemos sentirnos cándidos por haber creído o confiando en otra persona en el pasado, leer las bonitas palabras que le escribimos a esa persona, nos engrandece. Es prueba de nuestra bondad, nuestra generosidad y nuestra empatía con el otro.
Se trata de convertir el fracaso en aprendizaje. El agotamiento en un recargar pilas. El problema en una oportunidad. La crítica en mejora. Los deberes en decisiones. La tristeza en agradecimiento. Y así con todo lo negativo que nos ocurra.
De una forma u otra, leer lo bueno que escribimos sobre alguien siempre nos hace sentir bien.
Sabemos que es tentador procrastinar y no escribir, limitarnos a decir lo primero que se nos pasa por la mente con la excusa de que «es que yo soy así», o peor todavía quedarnos nuestros pensamientos para nosotros mismos, rumiarlos y no compartirlos con nadie.
Pero hay una tercera vía que está ahí para ti: escribir.
Escribir en positivo vs escribir en negativo
Sé consciente de que cuando te comunicas con otro —también con el lenguaje no verbal— generas una emoción en el otro. Y esa emoción generará en el otro un efecto positivo o negativo.

Es decir, hay mensajes y formas de comunicar que aumentan el bienestar de las personas.
Los insultos, las críticas, el enfado de los demás, el miedo, la desconfianza, las desgracias nos remueven por dentro y nos empujan a tomar acción. Es cierto y a la vez nos hacen sentir mal.
En cambio, los piropos, el reconocimiento, el cariño, la alegría, la confianza y los éxitos provocan el efecto contrario. Nos hacen sentir bien y aumentan nuestro bienestar emocional.
¿Qué es mejor el lenguaje positivo o el lenguaje negativo?
Voy a contestarte con otra pregunta: tú qué prefieres, ¿que te hagan sentir bien o te hagan sentir mal?
Quizás estés pensando ahora que no siempre es posible movilizar a otra persona apelando a sentimientos positivos, que hay momentos, objetivos, misiones o visiones que requieren recurrir a emociones negativas.
Y en cierto modo puede que tengas razón.
Se trata de convertir el fracaso en aprendizaje. El agotamiento en un recargar pilas. El problema en una oportunidad. La crítica en mejora. Los deberes en decisiones. La tristeza en agradecimiento. Y así con todo lo negativo que nos ocurra.
Cuando se trata de alcanzar un objetivo común, desencadenar la frustración y rabia o enfado de otra persona pueden convertirse en un poderoso incentivo para impulsar a alguien a que tome acción.
Y cuanto más poderosa es la emoción, más probable es que provoque una acción. Aunque siempre en su justa dosis. Pues muchas veces en exceso ese lenguaje negativo puede provocar la acción de «ciao y hasta nunca».
El lenguaje funciona en tres planos: cuando pensamos, cuando hablamos y cuando escribimos. Y de los tres es el tercero sobre el que tenemos un mayor control.
Aquí déjanos que te hablemos del concepto de «acción mínima requerida». Muchas veces necesitas de la otra persona una mínima acción, menos de eso y a tu entender el objetivo no se cumplirá.
Lo óptimo es que el lenguaje negativo lleve al otro a esa «acción mínima requerida», sea un cliente, un trabajador, un colaborador, un socio, un amigo, un hijo o una madre. Y a partir de ahí tome el relevo el lenguaje positivo. Será el lenguaje positivo el que apoye y refuerce esa acción, dejando al otro un buen sabor de boca, una relación humana sólida y una puerta abierta para nuevas acciones.
Sirva nuestro anterior artículo «Hacer mucho y seguir lleno de energía» como ejemplo. Empezamos describiendo un dolor, un sufrimiento habitual. De forma negativa, como debe ser.
Ahora aquí recordamos cuando murió nuestro abuelo a los 93 años y muchas personas nos decían que era ley de vida, que ya era muy mayor, tuvo una vida larga. Para nosotros que lo queríamos con locura y habíamos estado con él de charleta 5 días antes.
Escuchar ese quitarle hierro a nuestro dolor con lenguaje positivo generaba el efecto contrario al que se pretendía con esos comentarios de consolación voluntariosos.

Lo negativo es negativo, y está ahí. De lo que se trata es de qué hacemos con ese dolor ¿Cómo lo transformamos en algo positivo?
Se trata de convertir el fracaso en aprendizaje. El agotamiento en un recargar pilas. El problema en una oportunidad. La crítica en mejora. Los deberes en decisiones. La tristeza en agradecimiento. Y así con todo lo negativo que nos ocurra.
¡Vaya si hay diferencia! Entre decir:
— No me da tiempo 😖.
versus
— Sé lo importante que es hacer la tarea a tiempo, te aviso cuando encuentre el modo de lograrlo 😊.
Volviendo al caso de nuestro abuelo. Este fue un pésame precioso:
«Lo siento mucho, sé lo mucho que lo queríais. Ahora tenéis que estar agradecidos por haber compartido tantos buenos momentos con él».
Y volviendo a nuestro artículo anterior «Hacer mucho y seguir lleno de energía», en este artículo, si te fijas, a medida que avanza el artículo el lenguaje se va volviendo más y más positivo, y termina con un broche final:
«Y si lo tienes claro, lánzate a por ello, este trabajo es para ti y te vas a comer el mundo. Deslúmbralos a todos y déjalos boquiabiertos».
Reflejar y empatizar con el otro
Para poder ayudar a otra persona, la otra persona necesita que la quieras ayudar.
Tendemos a preferir que nos ayuden aquellas personas que empatizan con nosotros, que sentimos que nos entienden, que están en sintonía con nosotros.
Para ayudar a otra persona, esa persona quiere sentir que tú estás a su lado, que estás en el mismo lugar, que entiendes lo que le pasa.
En esos primeros momentos es importante reflejar. Reflejar el lenguaje, reflejar la emoción. Si el otro llora, tú, si puedes, llora también. Creada esa comunión emocional, toca sacar la artillería del lenguaje positivo.
Ten cautela, si recurres solo y siempre a las emociones negativas, incluso superando las de la otra persona, generarás rechazo. El lenguaje negativo lo prefieres breve, moderado y en dosis pequeñas.
3 poderosas razones para escribir en positivo
1- Las personas escaneamos, no leemos
El tiempo es oro y todos vamos a mil. Las personas hacemos un escaneo rápido para saber si algo nos gusta o no.
Normalmente nos gusta lo positivo porque nos genera bienestar.
2- Se entiende mejor
Las palabras positivas generan un clima más amistoso y agradable gracias al efecto que generan el subconsciente de la otra persona.
Siempre lo decimos. No hay una segunda oportunidad para una primera impresión. Si escribes a una persona que no te conoce de nada, hazlo en positivo.
3- La otra persona visualiza su bienestar
Y contigo. Cuando escribes en positivo la otra persona percibe que contigo va lograr algo bueno. De esta manera tú te sitúas entre sus personas favoritas de su lista.
Recuerda que las palabras tienen el enorme poder de impactar y emocionar a los demás.
Siempre positivo
Ante la duda sé positivo. Si puedes decir pocas cosas, dilas en positivo.
Es el caso de las redes sociales.
En tan breves caracteres poco puedes decir, dilo bonito y en positivo. En redes sociales se tiende a la exageración y en negativo. Ya hay mucho lenguaje negativo en redes sociales, en televisión y en los periódicos. Aporta tu granito de arena de lenguaje positivo y buen rollo.
Los demás te lo agradecerán.
Y si quieres aumentar tu exposición a lenguaje positivo para sentirte mejor, te recomendamos que limites tu exposición a las noticias y medios.
Y en redes sociales comenta si se te ocurre algo bueno que decir. Comentar o no hacerlo es tu decisión. Y siempre puedes tomar decisiones positivas 😉.
El lenguaje positivo y escribir en positivo tienen la capacidad de mejorar tu relación con los demás, sea un compañero o una compañera de trabajo, un jefe o una jefa, un cliente o una clienta, tu pareja o un contacto de redes sociales.
Y sobre todo, escribir en positivo mejorará tu relación contigo mism@ y te hará sentir muy bien, en paz y feliz.
Ahora tienes todos los motivos del mundo para empezar a escribir en positivo y empezar de forma consciente y racional a sembrar emociones positivas en tu vida.